¿Qué papel tuvo el olivo y el aceite en el Imperio Romano?

Introducción histórica del aceite y del olivo

Gracias a la arqueología, tanto en  prospecciones e investigaciones de campo nos han permitido conocer la trascendencia del aceite de oliva y del olivar en tiempos de la antigüedad en la época imperial romana. 

La historia del olivo es longeva e incluso desde tiempos inmemoriales, a falta de estudios o pruebas científicas que nos aseveran que el olivo es más antiguo aún (en la actividad o uso humano). A día de hoy sabemos a través de la arqueología que sus comienzos mejor conocidos se sitúan en torno al siglo XVII a.C en la actual Siria política y de ahí se propagó por todo el área mediterránea. En tiempos de las antiguas  dinastías egipcias se encontraron ajuares funerarios, hojas y ramas de olivos en las tumbas de esta civilización.  Los antiguos griegos posteriormente lo cultivaron y lo exportaron hacia el Este del mediterráneo. Finalmente, los romanos lo extendieron a una escala hasta entonces desconocida en la historia del planeta, permitiendo convertirse en el principal productor mundial de aceite de oliva del mundo.

 

Estudios históricos y científicos cifran “clásicamente” que Roma en su apogeo llegó albergar la friolera cifra de un 1.000.000 de habitantes, cifra que solo sería superada por una ciudad europea por Londres a principios del siglo XIX. Abastecer a tal ingente población y además a los ejércitos que defendía el Imperio frente a los bárbaros fue todo un desafío. Por lo que el aceite de oliva se presentaba como un producto fundamental en la vida cotidiana romana.

Teatro de Mérida al fondo. LQ

Imagen: «Teatro de Mérida al fondo». Fuente: Pixabay

Iberia “Necesidad y oportunidad”

Ante la necesidad de obtener aceite de oliva en cantidades gigantescas, la península ibérica se presentaba como una gran oportunidad para expandir el cultivo del olivo, sobre todo en la Bética, como la llamaron los romanos. La navegabilidad de los ríos (en su mayoría), un clima óptimo, una orogenia idónea permitieron que el olivo se instalará en la península ibérica hasta nuestros días.  

El Monte Testaccio “Un monte Bético”

Testigo material de la historia del aceite de oliva de la Bética Romana es, sin duda, el Monte Testaccio, una colina artificial con un diámetro de un 1 km, está compuesta de 53 millones de ánforas de terracota. Estudios aseguran que la mayoría de los retos provienen de la Bética, seguidos de Tripolitania (Libia) y Bizacena (Túnez). Gracias a los sellos, nombres de las urbes que se inscribieron en las ánforas que portaban el aceite de oliva.

 

Con la crisis del Imperio y la invasión de los bárbaros, el aceite de oliva cayó en desuso. Fue en el Siglo XIII cuando vuelve a entrar en escena, con las procesiones del catolicismo, el cual ha ganado un gran “prestigio” en nuestra sociedad, gracias a sus propiedades beneficiosas para nuestra salud.

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Imagen:«Monte Testaccio». Fuente: Wipedia

Volviendo a la ciudad eterna…

Roma en sin duda uno de los enclaves casi (o) por antonomasia para la arqueología, una zona especial para esta disciplina científica son las orillas del río Tíber, ya que gracias a la prospección de dichos vestigios nos han permitido conocer diversos conocimientos sobre la historia de Roma y de sus habitantes en el transporte, comercio y Administración.

Mapa de Ostia Antica

Imagen: Situación de la Antigua Ostia (hoy enclave arqueológico) frente a Roma Fuente: Wikipedia

El puerto de Roma se situaba fuera de la propia urbe, concretamente  al final del río Tíber en el Mar Mediterráneo, sus orígenes se remontan casi a la fundación de la ciudad por necesidades militares, para que los ejércitos invasores no tomarán Roma desde el mar. No obstante, las mercancías llegaban a la propia Roma, siguiendo el curso del río hasta la capital romana. Las ánforas de aceite, por contra de las de agua o vino, no podían reutilizarse, por ello debían trocear y depositarse de forma ordenada y apilada; este último punto, gracias a las prospecciones arqueológicas iniciadas a  finales del siglo XIX por Henrich Dressel, el arqueólogo, demostró que no se hacían de forma aleatoria y que estas provenían de la Bética romana. En el barrio de Testaccio se descargan y se depositan en el monte que lleva su nombre “Monte Testaccio” o también llamado como el “Monte dei Cocci”.

La rentabilidad, promotor del Monte Testaccio

El motivo de no reutilizar dichas ánforas era que no era económicamente rentable; en un primer lugar, limpiarlas, transportarlas hasta su lugar de origen. A diferencia del vino u otros alimentos, su olor era muy fuerte, incluso una vez depositados en el Monte Testaccio espacian cal con el fin de eliminar esos malos olores. 

 

 

Monte Testaccio. Wikipedia

Imagen: Monte Testaccio Fuente: Wikipedia

Como mencionamos en el párrafo anterior, su deposición se realizaba de forma ordenada y apilada, es decir, en hileras, unas encima de otras y finalmente las rociaban con cal. Esta actividad se desarrolló entre los siglos I y III d.C, permitiendo hoy en día ver este lugar singular en Roma.

 

Gracias a las prospecciones arqueológicas iniciales y posteriores nos permitió conocer la historia de la evolución fluvial de Roma y su relación comercial con Hispania y el norte de África. Según las estimaciones de los arqueólogos, el aceite total transportado pudo proveer la mitad de una dieta anual (6 litros) de un 1 millón de habitantes durante un periodo de 250 años. 

 

Los usos del aceite en la vida cotidiana eran variados; desde los energéticos (iluminación de casas y ciudades), cosméticos (perfumes para el cuerpo), médicos o salud (curativos o paliativos de enfermedades).

 

Uno de los arqueólogos españoles de la excavación en el Monte Testaccio, José Remesal Rodríguez, en sus palabras comentó que: “Con el aceite de las ánforas que han creado este promontorio se cubrieron las necesidades de una población de medio millón de personas durante 250 años”. También añade; “El Testaccio es como un enorme archivo a cielo abierto para la arqueología europea gracias a las inscripciones que llevaban las ánforas, que aquí se han conservado muy bien debido a que las vasijas sólo se utilizaban una vez y, tras ser rotas, eran cubiertas con cal. Estos sellos nos permiten saber qué transportaban las ánforas, la tara y el peso del contenido, el nombre del transportista y qué controles fiscales y aduaneros habían pasado”.

Provinciaromana Betica

Imagen: La Bética en 117 d.C. Fuente: Pixabay

Excavaciones en la “Bética Romana”

Las primeras excavaciones en la Bética Romana se realizaron a finales del siglo XIX, concretamente en el valle del Guadalquivir: En dichas prospecciones se hallaron numerosos sellos anfóricos exactos a los descubiertos en el monte Testaccio, por lo que ratificaba que la provincia romana de Hispania era el primer proveedor de aceite de oliva en el Imperio.  Fue el arqueólogo y profesor de la Universidad de Madrid, Martinez Santa Olalla, el primero en conocer este hecho histórico en 1948.

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